Autor y fotografías: Federico Mejía, politólogo, antropólogo y consultor en monitoreo y evaluación de la Fundación Prolongar
Las rutinas para las mañanas nos abren la puerta a reconocer y potencializar lo que es positivo en nosotros
Tras haber explorado LA NO ACCIÓN y la importancia de los RITUALES VIRTUALES en entradas anteriores, esta vez queremos compartir reflexiones y recomendaciones que consideramos esenciales a la hora de crear una rutina para comenzar el día y que sabemos son útiles para asumir los desafíos en torno a la salud mental y física que implica la cuarentena. En las actuales circunstancias de encierro, para muchas personas se vuelve cada vez más complicado enfocar la mente y mantener un balance o equilibrio emocional. Como dicel el Dr. Adrian Bardon, filosofo especializado en la temporalidad, “toda esta situación mata nuestra concentración”.
En respuesta a este problema, las rutinas para las mañanas nos abren la puerta a reconocer y potencializar lo que es positivo en nosotros. Estas consisten en una serie de acciones, movimientos y/o pensamientos que se hacen en determinado orden y al comienzo del día para encontrar nuevas maneras de relacionarse con uno mismo, con los otros y con el entorno. Es un camino para resignificar las energías creativas propias y transformar los patrones instaurados en nuestro cuerpo que permiten la expresión libre.
Existen múltiples prácticas o rutinas posibles
Si bien cada día hay un mayor consenso sobre los beneficios de las prácticas que involucran el cuidado del cuerpo, muchas de las rutinas que intentamos practicar no se adaptan a nuestras necesidades. En ocasiones esto sucede porque las rutinas preestablecidas del Yoga o de la meditación –por mencionar algunas opciones recurrentes en internet–, pueden no reconocer el cuerpo de forma integral, con sus complejas dimensiones emocionales, racionales y sensibles.
Es pertinente comprender que existen muchas posibles rutinas y prácticas, y podemos ser flexibles frente a las necesidades y disposiciones que tenemos cada día. Por ello, para aprovechar al máximo el potencial que tiene una rutina para comenzar el día, es preciso observar que no todas las personas deben realizar los mismos ejercicios porque no todas quieren o necesitan lo mismo. Sabemos que esa flexibilidad puede resultar confusa, ya que nos deja en un lugar de muchas posibilidades, ¿por dónde comienzo?, ¿qué elijo?
Lectura inicial: cómo estoy y qué necesito
Un primer paso puede ser preguntarnos qué nos pide nuestro cuerpo físico, emocional y mental. Para esto es importante abrir el espacio interno, escuchar nuestros pensamientos o sentimientos, y comprender qué podemos o queremos darnos.
Por ejemplo, cuando la mente está dispersa y nos cuesta concentrarnos, puede ser valioso realizar una práctica de tipo meditativo, enfocando la atención en relajarnos. Cuando necesitamos activarnos corporalmente para comenzar el día con mucha energía, puede ser mejor involucrar el movimiento de los pies y los brazos, saltar e incluso bailar. Si recién nos levantamos, algunos estiramientos suaves del cuello, de la espalda y de los brazos por encima de la cabeza son una muy buena forma de hacer una descarga inicial de energía.
Una lectura inicial puede consistir en descubrir un solo movimiento o pensamiento al cual se puede ir en profundidad
No es necesario apresurarse. La gracia también consiste en dar el tiempo necesario para descubrir lugares y sentimientos que de pronto están ocultos. Tampoco es necesario creer que debemos realizar muchos movimientos o secuencias. En este tipo de prácticas, por sus fines, a veces “menos es más”. Una lectura inicial puede consistir en descubrir un solo movimiento o pensamiento al cual se puede ir en profundidad.
En últimas, la rutina para la mañana no encuentra sentido en los grandes o múltiples movimientos, sino en las sensaciones, pensamientos y contactos –con el suelo, el aire, la naturaleza– en los que nos podemos comenzar a fijar y que posibilitan una forma diferente de relacionarnos con nosotros(as) mismos(as) y con el cuerpo. Es una forma de enfocar la energía en lo que realmente queremos darnos, tanto porque le prestamos plena atención, como porque en ese momento tenemos la disposición y la apertura a descubrirlo.
Así, cuando una rutina tiene sentido para cada persona, es cuando tiene la posibilidad de permear el día. Una de las razones por las cuales nos cuesta trabajo realizar las rutinas en la mañana es porque no es fácil ver los efectos inmediatos. Sin embargo, lo especial es sentir cómo esta práctica puede tener un efecto más adelante en el día, especialmente en momentos de estrés o confusión.
La conexión con la respiración
Un segundo elemento, el cual puede ser común a toda rutina y tipos de prácticas, es la atención que le ponemos a la respiración. La consciencia sobre cómo estamos respirando es un potencial paso para observarnos y comprendernos emocional y corporalmente. Es posible comenzar cualquier rutina con algunas respiraciones profundas. Se le puede poner atención al aire que entra y sale, y al recorrido que hace adentro. La calidad del aire, la temperatura o la velocidad de la respiración son otros elementos valiosos a considerar.
Es verdad que al comienzo puede ser retador. Sin embargo, a medida que lo incorporamos y le damos un momento en nuestra rutina, la respiración se puede convertir en el pilar para realizarla. En una siguiente publicación seremos más específicos sobre la conexión con la respiración.
El valor también emerge en la rutina
Finalmente, puede ser necesario tener en cuenta que los beneficios de este tipo de prácticas se ven en la repetición, es decir, en implementar efectivamente la rutina de forma sostenida. A veces, nuestro afán por obtener resultados puede quizás ser un obstáculo para continuar. Por ello vale la pena recordar que hay procesos que requieren ser nutridos con nuestro cuidado y tiempo.
A diferencia de muchas actividades o acciones que llevamos a cabo usualmente, en las rutinas para la mañana no se busca ganar algo a futuro. La satisfacción consiste en apreciar ese momento que nos estamos dando y que nos permite situarnos en el presente. Desde allí es desde donde se puede encontrar la posibilidad de entender y asimilar nuestros días de una forma distinta y ver su efectos en otros momentos de nuestra cotidianidad.