Autora: Nathalie Méndez, asesora de Monitoreo y Evaluación
A propósito de la emoción generada por el lanzamiento del libro “Arte Para Reconstruir: Una exploración sobre las múltiples reconciliaciones posibles“, ha sido grande el interés despertado por la publicación y el proyecto que dio origen al libro. Tal como lo menciona una de las listas de reproducción más vistas de Ted Talk, “Powerful art makes people talk” (El arte poderoso hace a la gente hablar), a nivel mundial está en auge el uso del arte como motor creador y transformador de procesos de diálogo entre comunidades sobre temas relevantes como el racismo, la libertad y la desigualdad.
Las prácticas artísticas pueden llegar a movernos profundamente en lo emocional. No obstante, la cuestión es distinta cuando tratamos de contar a alguien lo que vimos, oímos o sentimos al ir a un museo, una galería o incluso a la misma experiencia museográfica de “Arte para reconstruir”. Sin duda, el lugar desde el que contamos las historias es distinto al de las otras personas. De manera similar, el reto que supone medir los efectos de estrategias artísticas diversas sobre las personas que participaron en ellas no es menor, igual que comunicar a otros actores sus resultados. Estos actores son, por ejemplo, aquellos a quienes debemos rendirles cuentas e incluso la ciudadanía que desconoce la existencia de estas estrategias, quienes por supuesto, también tienen sus propios criterios y subjetividades.
El cuerpo como escenario de cambios constantes visibles e invisibles
Una de las preguntas básicas del libro es “¿cómo medir lo intangible y los cambios sutiles que se generan a partir de los lenguajes artísticos?”. Al pensar en la palabra intangible, lo primero que se me vino a la mente es que es aquello que no se ve. Claramente tendemos a olvidar muy rápido una de las más bellas frases de El Principito (incluso cuando este es uno de nuestros libros favoritos), “lo esencial es invisible a los ojos”. Al repensar el término, el sentido común nos hace buscar en el diccionario, en donde se define lo intangible como algo que no se puede tocar.
Muchas veces el cambio interno de una persona se puede tocar y sentir, y a veces no, por lo cual, además de intangible, el proceso tiene el reto de que muchos de sus resultados son inconmesurables (entendido como aquello que es difícil de medir pero no imposible). En este tipo de procesos, el cuerpo como vehículo de transformación social no solo es el punto de partida de la sanación, sino el escenario donde acontecen cambios diarios. Cambios emocionales, cognitivos y físicos se evidenciaron en todo el proyecto de “Arte para Reconstruir”.
“el proceso tiene el reto de que muchos de sus resultados son inconmesurables”
Así, el proceso de medición de lo inconmensurable debió partir de un punto de vista inverso al lugar común de las ciencias sociales, en donde inicialmente se definen unas categorías basadas en la literatura, luego unos indicadores, instrumentos de medición, preguntas, formatos, impresiones, fotocopias y en algún punto, el proceso termina con una persona respondiendo las preguntas que el investigador tiene.
Desde mi experiencia evaluando “Arte Para Reconstruir”, el proceso se revierte en el justo momento cuando algunas de las facilitadoras, con su experiencia en la materia, recalcan que “muchas de las personas, por sus heridas de guerra, no pueden ver o tienen amputaciones”. Es allí cuando el proceso “lógico” de la investigación social deja de ser “lógico”. Si bien desde el comienzo se diseñaron instrumentos sensibles a las circunstancias y condiciones específicas de los participantes, fue un desafío transversalizar un enfoque centrado en las personas participantes, pues existen ciertas lógicas pre existentes desde las ciencias sociales que no necesariamente parten del individuo como centro. Desmarcarnos de estas lógicas y crear apuestas innovadoras de medición es unos de los grandes aportes de este proyecto. Y es allí cuando se empieza un camino de creación de instrumentos para medir resultados con un énfasis central en la persona, su potencia y esencia.
Como resultado se logró innovar en la forma de aproximación a la evaluación de programas y estrategias artísticas donde es la persona el punto de partida y punto final. A través de abstraer su realidad y leer cómo el cuerpo de quienes participan nos está contando una historia, es que podemos ir generando preguntas y métodos de observación que nutran el reporte de indicadores formales que dialoguen con categorías relevantes para el proyecto.
Sensibilidad y diversidad en la medición como fuente de conocimiento
Posterior a la revisión de distintas fuentes y referentes nacionales e internacionales, académicas y no académicas, la alternativa que resultó ser efectiva para el proyecto fue diseñar instrumentos diversos usando los métodos y los aprendizajes de las ciencias del comportamiento, en donde a través de encuestas se logra medir percepciones conscientes y disposiciones cognitivas de las personas. A la vez se realizó observación etnográfica de las dinámicas de los talleres de “Arte Para Reconstruir”, lo cual permitió ver los cambios reflejados en las actitudes, comportamientos y posturas corporales mismas como lugar esencial para la sanación. Estos cambios los podrán ver al final del capítulo 2 del libro.
En últimas, las transformaciones observadas en el empoderamiento, la sanación y la confianza, algunas categorías centrales para el monitoreo y la evaluación, surgieron al captar los gestos, posturas, y disposiciones verbales y no verbales de las personas participantes. Este escrito es entonces una invitación a descubrir y redescubrir esas técnicas variadas de medición como estrategias con la capacidad de captar temas complejos como la sanación y la reconciliación. Así, hablar de lenguajes diversos de medición contribuye a fortalecer al arte como vehículo de diálogo en nuestra sociedad y nos puede llevar a obtener evaluaciones sensibles, contextualizadas y realistas de eso que llamamos lo inconmensurable.