Hoy, en alianza con Masuno estamos lanzando una serie de pequeños rituales virtuales para compartir alegrías y tristezas.
Autora: María Elisa Pinto García, directora ejecutiva de la Fundación Prolongar.
El año pasado tuve la maravillosa oportunidad de ir al Museo de Antropología de la Ciudad de México. Me sorprendí ante algo que, a pesar de lo evidente, no había sido obvio para mí: los humanos somos los únicos animales que usamos rituales y símbolos. Los primeros enterramientos de nuestros antepasados neandertales dan cuenta de una de las modificaciones más profundas que nos comenzó a diferenciar de otras especies y es la necesidad de explicar la propia existencia a través de lo imaginario, integrando a la vida cotidiana los mitos cosmogónicos (Museo Nacional de Antropología de México).
El ritual tiene varias características específicas: ocurre en un espacio apartado de la vida normal; se comunica a través de símbolos, sentidos y emociones sin depender necesariamente del uso de la palabra; determina y apoya el cambio; le da sentido al mundo en el que vivimos.
Hoy, cuando ese mundo no es el mismo, cuando nuestra fragilidad es evidente en cada cosa que tocamos, cuando las cosas que dábamos por sentadas son ahora nuestro mayor deseo y cuando la vida normal parece un presente perpetuo, es vital que creemos nuevos rituales. Rituales íntimos para explicar nuestra propia existencia y propósito. Rituales compartidos para vivir en solidaridad y conectarnos con los otros, en esta interdependencia que ya no es ninguna teoría sino la contundente realidad.
Hoy, en alianza con Masuno estamos lanzando una serie de pequeños rituales virtuales para compartir alegrías y tristezas. Más que agotarse en un intercambio, buscan ser el comienzo para la creación de símbolos tejidos en conjunto, o para crear rituales que tengan sentido para cada persona. Comenzamos rindiéndole un homenaje a lo que añoramos, esperando que de este compartir surja algún atisbo de tranquilidad al sentirnos acompañados.
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