Tres creencias sobre la meditación

Fotografía: Cristian Hurtado
Autora: Manuela Ramírez, politóloga y coordinadora de monitoreo y evaluación del proyecto La voz de dos murales de la Fundación Prolongar.

Durante estos meses de confinamiento estuve recordando (y añorando) algunos de los ejercicios de conciencia plena y meditación trabajados por la Fundación en diferentes escenarios en los que había participado. A raíz de esto, tuve curiosidad de aprender más sobre estos temas para ponerlos en práctica en mi hogar. Al parecer no fui la única, Google Trends registró un incremento en las búsquedas de las palabras “meditación” y “yoga” y su correlación con palabras como “ansiedad” y “depresión” durante el primer semestre de 2020 en comparación con las búsquedas de los mismos términos a finales del segundo semestre de 2019, antes del confinamiento mundial producto de la pandemia del COVID-19 [1]. 

Aunque cada vez más personas alrededor del mundo aumentan su interés en el tema, incluso, se animan a practicar alguna técnica de meditación, todavía a nivel personal encontraba cierta resistencia para practicarla. Debido a esta sensación, quise identificar algunas creencias que tenía sobre la práctica y profundizar sobre qué tan ciertas son. En esta entrada de blog comparto algunos hallazgos y reflexiones al respecto.

  1. Hay que ser experimentado para disfrutar los beneficios de la meditación: esta creencia proviene de la idea de que la meditación es una práctica antigua llena de complejidades y misterios que solo pueden dominar personas experimentadas como los monjes budistas o los maestros yoguis. En realidad, todas las personas podemos meditar y no existe una única manera de hacerlo. Se han realizado estudios científicos con personas que no tienen ninguna experiencia en técnicas de meditación y se ha encontrado que, tras un periodo de entrenamiento, empiezan a experimentar diferentes beneficios de esta práctica.  

Los cambios reportados en estos estudios se dan en tres niveles: cognitivo, físico y psicológico. Estos tres niveles están interconectados y se influencian entre sí. A nivel cognitivo, las prácticas de meditación han reportado cambios en los niveles de atención, la regulación emocional y la conciencia de sí mismo [2].  

A nivel físico, se reporta la reducción en la producción de la hormona del estrés (cortisol) [2]. También hay estudios que señalan cambios perceptibles en el grosor de la estructura cortical del cerebro [3], lo cual tiene el potencial de desacelerar el proceso de deterioro cognitivo y prevenir las enfermedades asociadas a este. 

Finalmente, a nivel psicológico, se reporta una mayor regulación en el sistema automático de pensamiento, permitiéndole al practicante anclarse al momento presente dejando aquellos pensamientos repetitivos, usuales en los episodios de ansiedad y depresión [3; 4; [5]. Adicionalmente, algunos estudios como el de Weng, H. Y., et al [6] han señalado efectos en los sentimientos de compasión en los practicantes. 

  1. Al meditar hay que buscar poner la mente “en blanco”: existe la creencia de que para meditar se debe buscar un estado en el que la mente esté en completo silencio. Esto no funciona así para efectos prácticos. La revista Nature [2] sugiere que existen tres etapas por las que atraviesa una persona en su práctica o adquisición de la habilidad de meditar:  1. Una etapa temprana en donde el individuo se encuentra con todo lo contrario a un espacio “en blanco” o “en silencio”. Este debe de enfrentarse a una corriente de pensamientos, muchas veces sin conexión, que se presentan sin parar en su mente consciente. 2. Una etapa intermedia en la que el individuo empieza a regular esta corriente de pensamientos a través de la atención sin juicio, en otras palabras, observa sus pensamientos y los deja transcurrir por su mente consciente, muchas veces apoyado en la respiración como ancla al momento presente. 3. Una etapa avanzada en la que el individuo logra con facilidad entrar en estados de concentración profundos [3]. El cerebro es como un músculo, uno puede entrenarlo para hacerlo más fuerte. Es a través del ejercicio de la observación y del no-juicio que el practicante puede avanzar a su propio ritmo, no necesariamente buscando poner la mente “en blanco”. 
  2. Se necesitan largos períodos de meditación para obtener resultados: algunas personas insisten en que no cuentan con el suficiente tiempo para dedicarse a meditar, pero realmente no es necesario que la práctica de la meditación tenga una alta duración. Estudios como el llevado a cabo por Tang, Y. et al [4] sugieren que 20 minutos diarios de meditación tienen un impacto significativo en la atención, la autorregulación y la disminución en la producción de cortisol. También la plataforma digital Headspace ha adelantado investigaciones al respecto. Economides, M. et al., señalan que solo 10 días seguidos del programa son suficientes para reducir el estrés en un 14% [7]. 

Como se puede observar, vale la pena rebatir estas tres creencias. Comprender de dónde nacen estas (y muchas otras) y cómo se corresponden (o no) con los efectos de la práctica de la meditación, pueden ser fundamentales para que las personas no solo se acerquen a estas técnicas sino que persistan en su práctica. Lo importante es intentarlo: por mi parte, con esta búsqueda, logré ampliar mi conocimiento sobre la meditación. Quedo con la tarea de persistir en la práctica; esta es definitivamente la mejor manera de seguir aprendiendo.

Bibliografía.

[1] H. Ashish Jindal et al (2021) Global change in interest toward yoga for mental health ailments during coronavirus disease-19 pandemic: A google trend analysis. International Journey of Yoga. 14, 2, 09-118. DOI: 10.4103/ijoy.IJOY_82_20

[2] Tang, Y., Hölzel, K., Posner, M., I. (2015). Mindfulness Meditation and Behavior Change. Nature Reviews | Neuroscience , 16, 213–225. DOI:10.1038/nrn3916.

[3] Tang, Y.-Y., Ma, Y., Wang, J., Fan, Y., Feng, S., Lu, Q., Yu, Q., Sui, D., Rothbart, M. K., Fan, M., & Posner, M. I. (2007). Short-term meditation training improves attention and self-regulation. Proceedings of the National Academy of Sciences, 104(43), 17152–17156. https://doi.org/10.1073/pnas.0707678104

[4] Brewer, J. A., Worhunsky, P. D., Gray, J. R., Tang, Y.-Y., Weber, J., & Kober, H. (2011). Meditation experience is associated with differences in default mode network activity and connectivity. Proceedings of the National Academy of Sciences, 108(50), 20254–20259. https://doi.org/10.1073/pnas.1112029108

[5] Marchand, W. R. (2014). Neural mechanisms of mindfulness and meditation: Evidence from neuroimaging studies. World Journal of Radiology, 6(7), 471. https://doi.org/10.4329/wjr.v6.i7.471

[6] Weng, H. Y., Fox, A. S., Shackman, A. J., Stodola, D. E., Caldwell, J. Z., Olson, M. C., Rogers, G. M., & Davidson, R. J. (2013). Compassion Training Alters Altruism and Neural Responses to Suffering. Psychological Science, 24(7), 1171–1180. https://doi.org/10.1177/0956797612469537

[7] Economides, M., Martman, J., Bell, M.J. et al. (2018) Improvements in Stress, Affect, and Irritability Following Brief Use of a Mindfulness-based Smartphone App: A Randomized Controlled Trial. Mindfulness 9, 1584–1593. DOI: 10.1007/s12671-018-0905-4.

 

Vacío e intervalo

Autora: Renata Serna Hosie, Directora de Metodologías de la Fundación Prolongar

 

Al igual que el silencio alberga todas las voces del tiempo,
el vacío guarda la energía de todas las formas.
Maria Eugenia Manrique, 2018

 

Hace un tiempo largo conocí el peso y la necesidad de la pausa: el espacio de tiempo para digerir y que la experiencia me revele. Aquello que está entre y que me permite reubicarme dentro de mí misma y estar conectada con mi experiencia.

Quisiera que el vacío abarcara más espacio dentro de mí. Darle un lugar imperativo a la pausa. Ocupar el espacio del potencial sin saber de antemano. Poder anidar y tomar partido sin tomarlo.

Recuerdo que hace un tiempo largo bailamos movidos por un texto de la filósofa Chantall Maillard (2011):

“(…) durante esos periodos intermedios que permiten la decantación de las experiencias. Los intervalos son tan importantes para construir el trayecto, como los fundidos en negro y las digresiones en las narraciones cinematográficas. Son las pausas que permiten asimilar los hechos entre plano y plano, y son todo aquello que aparentemente superfluo o irrelevante para la acción contribuye, no obstante, a crear la atmósfera sin la cual el relato no tendría sentido.”

Solo cuando lo viví desde el cuerpo comprendí el vacío como potencial: un espacio para acoger y no para rellenar. Recordándome a través del texto y del baile reconozco mi inclinación por aquello que sugiere y enuncia sin ser expuesto del todo y por los espacios de silencio y recogimiento. Una necesidad que con el paso del tiempo se manifiesta de manera más imperativa que opcional.

Al revisar el tema no me sorprende comprender la percepción nihilista que desde occidente ha tenido el vacío: un lugar de carencia, de nada, de pérdida y desolación. Quizá tenga que ver con lo que menciona Maria Eugenia Manrique (2017) como el “excesivo mérito que se otorga al materialismo, al individualismo, a la productividad y a la competitividad, valores que son considerados imprescindibles” y que en parte llevan a rechazar cualquier tipo de vacío. En contraste, desde ciertas filosofías como la taoísta, el vacío representa una oportunidad para experimentarnos de manera única e ir al encuentro de nuestras propias capacidades humanas. El vacío es ese espacio donde reside el potencial.

Mi trabajo en la Fundación Prolongar me ha ido mostrando el lugar principal y significativo que tienen el silencio, el intervalo y el vacío.

Justamente, la última etapa del proyecto Arte para Reconstruir, Fase I, consistió en una experiencia museográfica que llamamos Encuentros Improbables. Como estrategia y recurso para contar, movilizar y sensibilizar a los visitantes, construimos páneles en medio del recorrido que invitaban a detenerse. Casi de modo imperativo, invitaban a hacer una pausa. Un espacio para respirar de modo consciente y así acallar la mente:

 

 

La repetición de estos páneles en la muestra museográfica, son un intento por llevar al visitante a que asimile y decante lo que está experimentando y para que tenga la oportunidad de construir una respuesta desde su sentir; observar lo que la propia experiencia le revela. Buscamos que la exposición movilizara al visitante, lo atravesara, lo permeara y no lo dejara intacto. Para eso fue preciso comprender que es en los intervalos cuando la información cobra sentido, se hace propia y reveladora.

Margarita Schultz (2016) plantea que vivimos en “tiempos y espacios atiborrados: todo se cubre y se sonoriza”. Me remueve e inquieta pensar que la hiperestimulación lleva a una disminución de la agudeza de la percepción y acaso también a una indiferencia por el entorno. Como mecanismo de defensa, quizá, inconsciente, la cantidad de estímulos genera una imposibilidad de compenetración con la presencia, una suerte de anestesia (Schultz, 2016). Además, percibo que la cantidad de estímulos, sumado al ritmo acelerado que llevamos, nos conduce a movernos y a responder de manera automática, a usar palabras indistintamente o a repetirnos. Una repetición que, en vez de profundizar, estanca y bloquea. 

Por último, además del ejemplo de la exposición, quisiera resaltar que en los talleres que hacemos en Prolongar, continuamente invitamos a que las personas se conecten con ese lugar propio, íntimo y apreciativo del vacío o el silencio. O, si les es ajeno, invitamos a que lo habiten poco a poco y lo doten de significado. Dar y crear espacio internamente para que pueda emerger algo nuevo; ahí, en una nueva respuesta, un nuevo pensamiento, sentimiento o en una nueva posibilidad de acción, reside el potencial. Este es, también, un camino para romper los patrones y ciclos de violencia. Salir del automático y descondenarnosde las únicas versiones e identidades–.

 

Referencias y bibliografía

Manrique, Maria Eugenia. (2017) Arte, naturaleza y espiritualidad. Evocaciones taoístas. Editorial Kairós.

Schultz, Margarita. (2016) Sentido de la pausa y respuesta del arte. Universidad de Chile, Revista de Filosofía.

Maillard, Chantal. (2011). Bélgica, Editorial Pre-Textos, 2011.

Midiendo lo inconmensurable: reflexiones sobre los retos de medir los impactos de las prácticas artísticas centradas en el cuerpo y las emociones

Autora: Nathalie Méndez, asesora de Monitoreo y Evaluación

A propósito de la emoción generada por el lanzamiento del libro “Arte Para Reconstruir: Una exploración sobre las múltiples reconciliaciones posibles“, ha sido grande el interés despertado por la publicación y el proyecto que dio origen al libro. Tal como lo menciona una de las listas de reproducción más vistas de Ted Talk, Powerful art makes people talk(El arte poderoso hace a la gente hablar), a nivel mundial está en auge el uso del arte como motor creador y transformador de procesos de diálogo entre comunidades sobre temas relevantes como el racismo, la libertad y la desigualdad.  

Las prácticas artísticas pueden llegar a movernos profundamente en lo emocional. No obstante, la cuestión es distinta cuando tratamos de contar a alguien lo que vimos, oímos o sentimos al ir a un museo, una galería o incluso a la misma experiencia museográfica  de “Arte para reconstruir”. Sin duda, el lugar desde el que contamos las historias es distinto al de las otras personas. De manera similar, el reto que supone medir los efectos de estrategias artísticas diversas sobre las personas que participaron en ellas no es menor, igual que comunicar a otros actores sus resultados. Estos actores son, por ejemplo, aquellos a quienes debemos rendirles cuentas e incluso la ciudadanía que desconoce la existencia de estas estrategias, quienes por supuesto, también tienen sus propios criterios y subjetividades.

El cuerpo como escenario de cambios constantes visibles e invisibles

Una de las preguntas básicas del libro es “¿cómo medir lo intangible y los cambios sutiles que se generan a partir de los lenguajes artísticos?”. Al pensar en la palabra intangible, lo primero que se me vino a la mente es que es aquello que no se ve. Claramente tendemos a olvidar muy rápido una de las más bellas frases de El Principito (incluso cuando este es uno de nuestros libros favoritos), “lo esencial es invisible a los ojos”. Al repensar el término, el sentido común nos hace buscar en el diccionario, en donde se define lo intangible como algo que no se puede tocar. 

Muchas veces el cambio interno de una persona se puede tocar y sentir, y a veces no, por lo cual, además de intangible, el proceso tiene el reto de que muchos de sus resultados son inconmesurables (entendido como aquello que es difícil de medir pero no imposible). En este tipo de procesos, el cuerpo como vehículo de transformación social no solo es el punto de partida de la sanación, sino el escenario donde acontecen cambios diarios. Cambios emocionales, cognitivos y físicos se evidenciaron en todo el proyecto de “Arte para Reconstruir”.  

“el proceso tiene el reto de que muchos de sus resultados son inconmesurables”

Así, el proceso de medición de lo inconmensurable debió partir de un punto de vista inverso al lugar común de las ciencias sociales, en donde inicialmente se definen unas categorías basadas en la literatura, luego unos indicadores, instrumentos de medición, preguntas, formatos, impresiones, fotocopias y en algún punto, el proceso termina con una persona respondiendo las preguntas que el investigador tiene.

Desde mi experiencia evaluando “Arte Para Reconstruir”, el proceso se revierte en el justo momento cuando algunas de las facilitadoras, con su experiencia en la materia, recalcan que “muchas de las personas, por sus heridas de guerra, no pueden ver o tienen amputaciones”. Es allí cuando el proceso “lógico” de la investigación social deja de ser “lógico”. Si bien desde el comienzo se diseñaron instrumentos sensibles a las circunstancias y condiciones específicas de los participantes, fue un desafío transversalizar un enfoque centrado en las personas participantes, pues existen ciertas lógicas pre existentes desde las ciencias sociales que no necesariamente parten del individuo como centro. Desmarcarnos de estas lógicas y crear apuestas innovadoras de medición es unos de los grandes aportes de este proyecto. Y es allí cuando se empieza un camino de creación de instrumentos para medir resultados con un énfasis central en la persona, su potencia y esencia. 

Como resultado se logró innovar en la forma de aproximación a la evaluación de programas y estrategias artísticas donde es la persona el punto de partida y punto final. A través de abstraer su realidad y leer cómo el cuerpo de quienes participan nos está contando una historia, es que podemos ir generando preguntas y métodos de observación que nutran el reporte de indicadores formales que dialoguen con categorías relevantes para el proyecto.

Sensibilidad y diversidad en la medición como fuente de conocimiento

Posterior a la revisión de distintas fuentes y referentes nacionales e internacionales, académicas y no académicas, la alternativa que resultó ser efectiva para el proyecto fue diseñar instrumentos diversos usando los métodos y los aprendizajes de las ciencias del comportamiento, en donde a través de encuestas se logra medir percepciones conscientes y disposiciones cognitivas de las personas. A la vez se realizó observación etnográfica de las dinámicas de los talleres de “Arte Para Reconstruir”, lo cual permitió ver los cambios reflejados en las actitudes, comportamientos y posturas corporales mismas como lugar esencial para la sanación. Estos cambios los podrán ver al final del capítulo 2 del libro.

En últimas, las transformaciones observadas en el empoderamiento, la sanación y la confianza, algunas categorías centrales para el monitoreo y la evaluación, surgieron al captar los gestos, posturas, y disposiciones verbales y no verbales de las personas participantes. Este escrito es entonces una invitación a descubrir y redescubrir esas técnicas variadas de medición como estrategias con la capacidad de captar temas complejos como la sanación y la reconciliación. Así, hablar de lenguajes diversos de medición contribuye a fortalecer al arte como vehículo de diálogo en nuestra sociedad y nos puede llevar a obtener evaluaciones sensibles, contextualizadas y realistas de eso que llamamos lo inconmensurable.

Transformando imaginarios sobre el cuidado

Autora: Lucía Carbonell, asistente general de Arte Para Reconstruir

El cuidado es un valor que atraviesa y le da sentido a la manera en que nos relacionamos tanto internamente como con las personas que participan en los proyectos de la Fundación Prolongar. En medio de una coyuntura que ha expuesto la vulnerabilidad e interdependencia humana como ha sucedido con la actual pandemia, el cuidado está siendo protagonista, no solo en conversaciones cotidianas, sino también en discusiones y decisiones públicas. Por ello, aprovecho este medio para reflexionar acerca de los imaginarios sociales que hemos configurado en torno al cuidado y los retos que nos ha presentado el contexto de la pandemia y que nos obligan a cuestionarlos y transformarlos. 

El cuidado ha estado histórica y culturalmente asociado al ámbito privado y a la individualidad. Cuando hablamos de cuidado, generalmente hacemos referencia a una sumatoria de actividades o recursos para el bienestar del cuerpo, que seguimos comprendiendo como un asunto privado. Un ejemplo de esto es la utilización frecuente de la palabra en anuncios sobre productos para la piel o de higiene. 

En la cotidianidad también relacionamos el cuidado con la asistencia a personas en condición de enfermedad o discapacidad, a niñ@s y/o ancian@s. Esta asociación se acompaña además de la identificación de ciertas personas como responsables de dicha ‘asistencia’: las mujeres. Basta con hacer una breve búsqueda en el buscador de imágenes de Google de ‘enfermería’, ‘cuidado ancianos’ o ‘cuidado niños’ para encontrar que la mayoría de las imágenes, representan a personas feminizadas como las responsables*. 

Asimismo, el cuidado se relaciona generalmente con las ‘tareas’ del hogar. Este imaginario se alimenta además de prejuicios sobre los cuidados como tareas menores o ‘trabajo sucio’, que lo ubican también en un campo feminizado. Las mujeres han sido y siguen siendo las encargadas de los cuidados en el hogar a través del trabajo no remunerado. Como lo demuestra el informe Cuidado no remunerado en Colombia: Brechas de Género de ONU Mujeres y el DANE (2020), en Colombia, “el 78% de las horas anuales que se destinan a todos los cuidados no remunerados en los hogares son realizados por las mujeres” (2020, p.2)

Así asociamos el cuidado al ámbito familiar y a nuestros ‘círculos más cercanos’ ; es un valor que poco relacionamos con ámbitos públicos y masculinizados. Como lo han expresado algunas académicas como Buckingham (2010) y Soto (2013), el espacio público no es neutral en términos de género. Hoy en día seguimos recriminando a las mujeres que se atrevan a ‘andar solas’ en ciertas zonas o a ciertas horas, prejuicio que expresa nuestra asociación entre los cuerpos masculinos y el espacio público. De igual manera, los escenarios políticos son una esfera también masculinizada, lo que se expresa en la desigualdad frente a la participación de mujeres en entidades públicas: el Congreso colombiano, por ejemplo, cuenta con solo un 19,7% de mujeres (Asuntos Legales, 2019).   

Lo anterior se relaciona con la feminización y privatización de ciertas emociones que asociamos a los gestos y actos de cuidado. La ternura, el amor, el cariño y, en general, los afectos, que consideramos atributos ‘femeninos’, los reservamos para ‘nuestros seres queridos’; nuestras familias, amistades y parejas. Para la persona con quien nos cruzamos en la calle, quedan la tolerancia y, a veces, el respeto. Más aun, en el ámbito político hay incluso menos campo para los afectos. Me cuesta imaginar alguna agenda política que promueva y defienda la ternura como movilizador de la sociedad, en vez de la mano dura, el honor o el orden.  

Sin embargo, la pandemia plantea la necesidad de que las personas, independientemente del género, asuman el rol de cuidadoras. El cuidado, lejos de ser una característica naturalmente femenina, es algo que nos atañe a todos los seres humanos. Además, la pandemia ha hecho visible que el cuidado no solo se limita al cuerpo y a la individualidad. La coyuntura deja entrever que el cuerpo de cada persona no está aislado, más bien, está en constante interrelación con otros cuerpos. Esto pone de presente que los procesos a nivel individual se relacionan con el nivel interpersonal y colectivo, por ello el cuidado es transversal a la vida social

Quizás, lo más perceptible en estos momentos es la relevancia del cuidado en un plano interpersonal; nuestras relaciones más inmediatas se ven afectadas por nuestras acciones. También, nuestros comportamientos afectan a personas que no conocemos, por ejemplo en un supermercado o en la calle. Asimismo, en el ámbito laboral nos enfrentamos a retos frente al cuidado de los equipos ante las nuevas dinámicas de teletrabajo. Desde Prolongar reconocemos la importancia del autocuidado, y por ello insistimos en que trabajar en la salud mental y su relación con la corporalidad es prioritario (ver artículo Acoger la pandemia). Pero también recalcamos la importancia del cuidado a nivel relacional, por lo que promovemos el fortalecimiento de las relaciones y la comunicación a nivel comunitario y en los equipos de trabajo. Este es un proceso que incluso hemos impulsado internamente en nuestra organización, al enfrentarnos a nuevos retos frente al cuidado del equipo en medio de la coyuntura actual.  

Es así que la pandemia ha expuesto la necesidad de transformar nuestros imaginarios frente al cuidado. En medio de esta coyuntura se está haciendo evidente la necesidad de dejar de considerar el cuidado como tarea menor. De igual manera, el contexto plantea la necesidad de generar transformaciones culturales que permitan ampliar nuestra imaginación cuando hablamos de cuidado para ‘desprivatizarlo’, para dejar de asociarlo a esferas y personas feminizadas, y fortalecer así nuestras relaciones a nivel interpersonal y colectivo. 

Para concluir, en este momento histórico que atravesamos como humanidad, invito a reflexionar en torno a los imaginarios que tenemos alrededor del cuidado, a través de las siguientes preguntas: ¿Qué emociones o sensaciones asocio al cuidado? ¿Qué acciones considero actos de cuidado? ¿Qué personas considero que son cuidadoras y con qué género se identifican? ¿En qué aspectos de mi vida he descubierto que el cuidado es vital?

 

*Captura de pantalla de las búsquedas ‘Cuidado ancianos’, ‘cuidado niñxs’ y ‘enfermería’ en Google.

 

Referencias y bibliografía:

Asuntos legales (4 de marzo de 2019). Participación de las mujeres en el Congreso es inferior a 20%, revela informe.Tomado de: https://www.asuntoslegales.com.co/actualidad/participacion-de-las-mujeres-en-el-congreso-es-inferior-al-20-revela-informe-2835360

Buckingham, Shelley. (2010) Análisis del derecho a la ciudad desde una perspectiva de género. En Ana Sugranyes y Charlotte Mathivet (eds.), Ciudades para tod@s. Por el derecho a la ciudad, propuestas y experiencias. Santiago: Coalición Internacional para el Hábitat, pp. 59-64. Documento completo disponible en <www.hic-al.org/>

Comins, I. (2003) Del miedo a la diversidad a la Ética del Cuidado: Una perspectiva de género. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, vol. 10, núm. 33, septiembre-diciembre, 2003 Universidad Autónoma del Estado de México Toluca, México

DANE y ONU Mujeres (2020) Cuidado no remunerado en Colombia: brechas de género. Tomado de: https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/genero/publicaciones/Boletin-estadistico-ONU-cuidado-noremunerado-mujeres-DANE-mayo-2020.pdf

Soto, P. (2013). Entre los espacios del miedo y los espacios de la violencia: discursos y prácticas sobre la corporalidad y las emociones. En P. Soto y M.A. Villagarán (eds.), Cuerpos, espacios y emociones. Aproximación desde las Ciencias Sociales, pp. 197-218. México DF: Maporrúa

Tronto, J.  (1987). Más allá de la diferencia de género. Hacia una teoría del cuidado. Signs: Jornal of Women in Culture and Society, vol. 12, University of Chicago.

Tronto, J. (2018) Economía, ética y democracia: tres lenguajes en torno al cuidado. Género y cuidado. Teorías, escenarios y políticas. Bogotá: Universidad Nacional, Universidad de los Andes y Universidad Javeriana.

 

Tras las huellas de la pandemia

Autora: María Reyes López, arte terapeuta transpersonal y facilitadora de la Fundación Prolongar

Llevamos más de 130 días desde que en Colombia inició el aislamiento preventivo debido a la pandemia. 130 días de cambios inesperados, ajustes, nuevos escenarios y un mayor sentido de incertidumbre. Esto ha generado, entre muchas otras cosas, que algunos pregunten en redes sociales o en las conversaciones con amigos: ¿cuáles son tus planes después del confinamiento? o ¿qué harás una vez volvamos a la normalidad? Lo primero que llama mi atención es que ambas preguntas aluden a un tiempo diferente al presente; nos llevan a pensar en lo que vendrá o en aquello que fue, en lo que nos gustaría o en lo que anhelamos y no necesariamente en lo que está sucediendo o en lo que estamos experimentando aquí y ahora.

La pandemia ha traído consigo experiencias de pérdida, dolor y desasosiego. A su vez, la gran mayoría de nosotros/as, hemos sido confrontados/as por momentos de incertidumbre y ansiedad en nuestro día a día. Muchas veces parece inevitable seguir el impulso de querernos distanciar de aquello que percibimos como desconocido o difícil de transitar; y es justo en esos momentos donde considero de gran valor podernos detener y observar lo que nos ocurre. Abrir espacio para que surja de forma auténtica aquello que sentimos y hacernos conscientes de lo que necesitamos puede ser un recurso al alcance de todos/as. 

Me pregunto si será esta una vivencia colectiva memorable, no solo por las evidentes implicaciones en nuestras vidas, en nuestra economía, salud y en las pérdidas que nos vemos obligados a atravesar, sino también por los impactos que ha generado en otros ámbitos, en ocasiones más sutiles, como nuestra salud mental y nuestros hábitos. Reconozco en medio de esta experiencia una gran oportunidad para detenernos un momento y preguntarnos: ¿cuál es la huella que están dejando en nosotros/as los cambios que trae consigo la pandemia? Y enfatizo en la palabra huella, pues me gustaría creer e impulsar la idea de que ojalá, una vivencia como la actual, que ha alterado de forma tan inesperada nuestros hábitos, nuestros ritmos y formas de relación, no nos pase desapercibida.  

Exploración: usted como protagonista

Me gustaría proponerle, a usted, lector/a, una exploración, donde no solo estén presente sus ideas y pensamientos acerca de sus vivencias durante la pandemia, sino donde también invite a participar a sus manos, su sentir y su creatividad. Para el siguiente ejercicio le sugiero que utilice un mapa de navegación que empleamos en la Fundación Prologar para aproximarnos y comprender las diferentes dimensiones en que una misma situación puede afectar o resonar en cada persona: la dimensión personal, la dimensión relacional y la relación con esa red amplia de interacciones menos directas que podríamos llamar lo colectivo o comunitario. Puede pensarlo en términos de su relación con usted mismo(a), con sus seres cercanos y sus relaciones en su barrio o en su comunidad, por poner un ejemplo. Siéntase libre de escoger si quiere enfocarse en alguno de estos ámbitos, o si, por el contrario, le resulta útil crear un mapa general de su presente en relación con estas tres dimensiones de su vida.  

Empiece por tomar unas respiraciones conscientes, situarse en el presente y percibir los cambios que registra en su cuerpo al evocar sus experiencias en torno a la pandemia. Registre las sensaciones, emociones y pensamientos que surgen. Si se anima, y ojalá lo haga, la invitación es a que cree un collage* a partir de imágenes de revista; tenga a la mano unas cuantas revistas, unas tijeras, papel y un pegante. Puede imaginar que está tomando una foto de sus diferentes dimensiones; de su mundo interno, de su mundo relacional y del lugar que ocupa en su colectivo o comunidad. A partir de los recortes de revista que vayan llamando su atención y que resuenen con su sentir, puede ir creando esas “fotografías”. Permítase ir eligiendo imágenes que le atraigan, disfrute del proceso, no intente analizarlo demasiado y confíe en su intuición. Dele la oportunidad a sus manos de escoger colores, formas y palabras que resuenen con su sentir y con su emoción, para componer un collage o varios, según necesite. 

Una vez haya terminado, la invitación es a que se tome un momento para escribir e inicialmente solo describir de la forma más objetiva posible aquello que ve en la imagen o las imágenes que acaba de crear; sea curioso(a), realmente fíjese en los detalles. Continúe escribiendo acerca de lo que percibe que esta imagen le está mostrando de usted, de sus relaciones con otras personas y/o de su relación con su entorno. Y vuelva a preguntarse, o si puede, imagine que usted le pregunta a la imagen:

¿cómo me está transformando la experiencia de la pandemia? 

Déjese sorprender por lo que surja e intente no juzgar sus respuestas. Tómelo como una oportunidad para ver, dar forma y color a aquello que habita su interior; esto le permitirá comprender y hallar mejores maneras de abordarlo. 

Espero que esta invitación haya despertado su motivación para indagar acerca de las huellas que está dejando esta experiencia de la pandemia en usted, que se anime a explorar en su interior y encontrar sus propias respuestas. Aunque por ahí se hable tanto de reinventarse, recuerde que muchas veces no se trata de eso, porque así como no hay una normalidad a la cual volver, usted tampoco podrá reinventarse ni ser diferente por arte de magia. La única forma de acceder a una verdadera transformación es a través de la consciencia, de ser consciente de usted, de su entorno y de sus necesidades; esto se vuelve posible si se detiene a observar lo que ocurre en el presente.

* Se denomina collage (del francés coller, que traduce “pegar”) a una técnica artística consistente en la construcción de obras plásticas mediante la aglomeración o conjunción de piezas o recortes de distinto origen, dándoles un tono unificado. En otras palabras, se trata de armar una obra con pedacitos obtenidos de otras fuentes”. Fuente: https://concepto.de/collage/#ixzz6SmY4Z0EN

 

Acoger la pandemia día a día: cómo construir una rutina para las mañanas

 

Autor y fotografías: Federico Mejía, politólogo, antropólogo y consultor en monitoreo y evaluación de la Fundación Prolongar

Las rutinas para las mañanas nos abren la puerta a reconocer y potencializar lo que es positivo en nosotros

Tras haber explorado LA NO ACCIÓN y la importancia de los RITUALES VIRTUALES en entradas anteriores, esta vez queremos compartir reflexiones y recomendaciones que consideramos esenciales a la hora de crear una rutina para comenzar el día y que sabemos son útiles para asumir los desafíos en torno a la salud mental y física que implica la cuarentena. En las actuales circunstancias de encierro, para muchas personas se vuelve cada vez más complicado enfocar la mente y mantener un balance o equilibrio emocional. Como dicel el Dr. Adrian Bardon, filosofo especializado en la temporalidad, “toda esta situación mata nuestra concentración”. 

En respuesta a este problema, las rutinas para las mañanas nos abren la puerta a reconocer y potencializar lo que es positivo en nosotros. Estas consisten en una serie de acciones, movimientos y/o pensamientos que se hacen en determinado orden y al comienzo del día para encontrar nuevas maneras de relacionarse con uno mismo, con los otros y con el entorno. Es un camino para resignificar las energías creativas propias y transformar los patrones instaurados en nuestro cuerpo que permiten la expresión libre. 

Existen múltiples prácticas o rutinas posibles

Si bien cada día hay un mayor consenso sobre los beneficios de las prácticas que involucran el cuidado del cuerpo, muchas de las rutinas que intentamos practicar no se adaptan a nuestras necesidades. En ocasiones esto sucede porque las rutinas preestablecidas del Yoga o de la meditación –por mencionar algunas opciones recurrentes en internet–, pueden no reconocer el cuerpo de forma integral, con sus complejas dimensiones emocionales, racionales y sensibles. 

Es pertinente comprender que existen muchas posibles rutinas y prácticas, y podemos ser flexibles frente a las necesidades y disposiciones que tenemos cada día. Por ello, para aprovechar al máximo el potencial que tiene una rutina para comenzar el día, es preciso observar que no todas las personas deben realizar los mismos ejercicios porque no todas quieren o necesitan lo mismo. Sabemos que esa flexibilidad puede resultar confusa, ya que nos deja en un lugar de muchas posibilidades, ¿por dónde comienzo?, ¿qué elijo? 

Lectura inicial: cómo estoy y qué necesito

Un primer paso puede ser preguntarnos qué nos pide nuestro cuerpo físico, emocional y mental. Para esto es importante abrir el espacio interno, escuchar nuestros pensamientos o sentimientos, y comprender qué podemos o queremos darnos. 

Por ejemplo, cuando la mente está dispersa y nos cuesta concentrarnos, puede ser valioso realizar una práctica de tipo meditativo, enfocando la atención en relajarnos. Cuando necesitamos activarnos corporalmente para comenzar el día con mucha energía, puede ser mejor involucrar el movimiento de los pies y los brazos, saltar e incluso bailar. Si recién nos levantamos, algunos estiramientos suaves del cuello, de la espalda y de los brazos por encima de la cabeza son una muy buena forma de hacer una descarga inicial de energía.

Una lectura inicial puede consistir en descubrir un solo movimiento o pensamiento al cual se puede ir en profundidad

No es necesario apresurarse. La gracia también consiste en dar el tiempo necesario para descubrir lugares y sentimientos que de pronto están ocultos. Tampoco es necesario creer que debemos realizar muchos movimientos o secuencias. En este tipo de prácticas, por sus fines, a veces “menos es más”. Una lectura inicial puede consistir en descubrir un solo movimiento o pensamiento al cual se puede ir en profundidad.

En últimas, la rutina para la mañana no encuentra sentido en los grandes o múltiples movimientos, sino en las sensaciones, pensamientos y contactos –con el suelo, el aire, la naturaleza– en los que nos podemos comenzar a fijar y que posibilitan una forma diferente de relacionarnos con nosotros(as) mismos(as) y con el cuerpo. Es una forma de enfocar la energía en lo que realmente queremos darnos, tanto porque le prestamos plena atención, como porque en ese momento tenemos la disposición y la apertura a descubrirlo. 

Así, cuando una rutina tiene sentido para cada persona, es cuando tiene la posibilidad de permear el día. Una de las razones por las cuales nos cuesta trabajo realizar las rutinas en la mañana es porque no es fácil ver los efectos inmediatos. Sin embargo, lo especial es sentir cómo esta práctica puede tener un efecto más adelante en el día, especialmente en momentos de estrés o confusión.

La conexión con la respiración

Un segundo elemento, el cual puede ser común a toda rutina y tipos de prácticas, es la atención que le ponemos a la respiración. La consciencia sobre cómo estamos respirando es un potencial paso para observarnos y comprendernos emocional y corporalmente. Es posible comenzar cualquier rutina con algunas respiraciones profundas. Se le puede poner atención al aire que entra y sale, y al recorrido que hace adentro. La calidad del aire, la temperatura o la velocidad de la respiración son otros elementos valiosos a considerar. 

Es verdad que al comienzo puede ser retador. Sin embargo, a medida que lo incorporamos y le damos un momento en nuestra rutina, la respiración se puede convertir en el pilar para realizarla. En una siguiente publicación seremos más específicos sobre la conexión con la respiración.

El valor también emerge en la rutina

Finalmente, puede ser necesario tener en cuenta que los beneficios de este tipo de prácticas se ven en la repetición, es decir, en implementar efectivamente la rutina de forma sostenida. A veces, nuestro afán por obtener resultados puede quizás ser un obstáculo para continuar. Por ello vale la pena recordar que hay procesos que requieren ser nutridos con nuestro cuidado y tiempo.

A diferencia de muchas actividades o acciones que llevamos a cabo usualmente, en las rutinas para la mañana no se busca ganar algo a futuro. La satisfacción consiste en apreciar ese momento que nos estamos dando y que nos permite situarnos en el presente. Desde allí es desde donde se puede encontrar la posibilidad de entender y asimilar nuestros días de una forma distinta y ver su efectos en otros momentos de nuestra cotidianidad.

 

Aquellas pequeñas cosas

Fotografía: DTS Photo.

Hoy, en alianza con Masuno estamos lanzando una serie de pequeños rituales virtuales para compartir alegrías y tristezas.

 

Autora: María Elisa Pinto García, directora ejecutiva de la Fundación Prolongar.

 

El año pasado tuve la maravillosa oportunidad de ir al Museo de Antropología de la Ciudad de México. Me sorprendí ante algo que, a pesar de lo evidente, no había sido obvio para mí: los humanos somos los únicos animales que usamos rituales y símbolos. Los primeros enterramientos de nuestros antepasados neandertales dan cuenta de una de las modificaciones más profundas que nos comenzó a diferenciar de otras especies y es la necesidad de explicar la propia existencia a través de lo imaginario, integrando a la vida cotidiana los mitos cosmogónicos (Museo Nacional de Antropología de México).

 El ritual tiene varias características específicas: ocurre en un espacio apartado de la vida normal; se comunica a través de símbolos, sentidos y emociones sin depender necesariamente del uso de la palabra; determina y apoya el cambio; le da sentido al mundo en el que vivimos.

 Hoy, cuando ese mundo no es el mismo, cuando nuestra fragilidad es evidente en cada cosa que tocamos, cuando las cosas que dábamos por sentadas son ahora nuestro mayor deseo y cuando la vida normal parece un presente perpetuo, es vital que creemos nuevos rituales. Rituales íntimos para explicar nuestra propia existencia y propósito. Rituales compartidos para vivir en solidaridad y conectarnos con los otros, en esta interdependencia que ya no es ninguna teoría sino la contundente realidad.

 Hoy, en alianza con Masuno estamos lanzando una serie de pequeños rituales virtuales para compartir alegrías y tristezas. Más que agotarse en un intercambio, buscan ser el comienzo para la creación de símbolos tejidos en conjunto, o para crear rituales que tengan sentido para cada persona. Comenzamos rindiéndole un homenaje a lo que añoramos, esperando que de este compartir surja algún atisbo de tranquilidad al sentirnos acompañados.