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Vacío e intervalo

Autora: Renata Serna Hosie, Directora de Metodologías de la Fundación Prolongar

 

Al igual que el silencio alberga todas las voces del tiempo,
el vacío guarda la energía de todas las formas.
Maria Eugenia Manrique, 2018

 

Hace un tiempo largo conocí el peso y la necesidad de la pausa: el espacio de tiempo para digerir y que la experiencia me revele. Aquello que está entre y que me permite reubicarme dentro de mí misma y estar conectada con mi experiencia.

Quisiera que el vacío abarcara más espacio dentro de mí. Darle un lugar imperativo a la pausa. Ocupar el espacio del potencial sin saber de antemano. Poder anidar y tomar partido sin tomarlo.

Recuerdo que hace un tiempo largo bailamos movidos por un texto de la filósofa Chantall Maillard (2011):

“(…) durante esos periodos intermedios que permiten la decantación de las experiencias. Los intervalos son tan importantes para construir el trayecto, como los fundidos en negro y las digresiones en las narraciones cinematográficas. Son las pausas que permiten asimilar los hechos entre plano y plano, y son todo aquello que aparentemente superfluo o irrelevante para la acción contribuye, no obstante, a crear la atmósfera sin la cual el relato no tendría sentido.”

Solo cuando lo viví desde el cuerpo comprendí el vacío como potencial: un espacio para acoger y no para rellenar. Recordándome a través del texto y del baile reconozco mi inclinación por aquello que sugiere y enuncia sin ser expuesto del todo y por los espacios de silencio y recogimiento. Una necesidad que con el paso del tiempo se manifiesta de manera más imperativa que opcional.

Al revisar el tema no me sorprende comprender la percepción nihilista que desde occidente ha tenido el vacío: un lugar de carencia, de nada, de pérdida y desolación. Quizá tenga que ver con lo que menciona Maria Eugenia Manrique (2017) como el “excesivo mérito que se otorga al materialismo, al individualismo, a la productividad y a la competitividad, valores que son considerados imprescindibles” y que en parte llevan a rechazar cualquier tipo de vacío. En contraste, desde ciertas filosofías como la taoísta, el vacío representa una oportunidad para experimentarnos de manera única e ir al encuentro de nuestras propias capacidades humanas. El vacío es ese espacio donde reside el potencial.

Mi trabajo en la Fundación Prolongar me ha ido mostrando el lugar principal y significativo que tienen el silencio, el intervalo y el vacío.

Justamente, la última etapa del proyecto Arte para Reconstruir, Fase I, consistió en una experiencia museográfica que llamamos Encuentros Improbables. Como estrategia y recurso para contar, movilizar y sensibilizar a los visitantes, construimos páneles en medio del recorrido que invitaban a detenerse. Casi de modo imperativo, invitaban a hacer una pausa. Un espacio para respirar de modo consciente y así acallar la mente:

 

 

La repetición de estos páneles en la muestra museográfica, son un intento por llevar al visitante a que asimile y decante lo que está experimentando y para que tenga la oportunidad de construir una respuesta desde su sentir; observar lo que la propia experiencia le revela. Buscamos que la exposición movilizara al visitante, lo atravesara, lo permeara y no lo dejara intacto. Para eso fue preciso comprender que es en los intervalos cuando la información cobra sentido, se hace propia y reveladora.

Margarita Schultz (2016) plantea que vivimos en “tiempos y espacios atiborrados: todo se cubre y se sonoriza”. Me remueve e inquieta pensar que la hiperestimulación lleva a una disminución de la agudeza de la percepción y acaso también a una indiferencia por el entorno. Como mecanismo de defensa, quizá, inconsciente, la cantidad de estímulos genera una imposibilidad de compenetración con la presencia, una suerte de anestesia (Schultz, 2016). Además, percibo que la cantidad de estímulos, sumado al ritmo acelerado que llevamos, nos conduce a movernos y a responder de manera automática, a usar palabras indistintamente o a repetirnos. Una repetición que, en vez de profundizar, estanca y bloquea. 

Por último, además del ejemplo de la exposición, quisiera resaltar que en los talleres que hacemos en Prolongar, continuamente invitamos a que las personas se conecten con ese lugar propio, íntimo y apreciativo del vacío o el silencio. O, si les es ajeno, invitamos a que lo habiten poco a poco y lo doten de significado. Dar y crear espacio internamente para que pueda emerger algo nuevo; ahí, en una nueva respuesta, un nuevo pensamiento, sentimiento o en una nueva posibilidad de acción, reside el potencial. Este es, también, un camino para romper los patrones y ciclos de violencia. Salir del automático y descondenarnosde las únicas versiones e identidades–.

 

Referencias y bibliografía

Manrique, Maria Eugenia. (2017) Arte, naturaleza y espiritualidad. Evocaciones taoístas. Editorial Kairós.

Schultz, Margarita. (2016) Sentido de la pausa y respuesta del arte. Universidad de Chile, Revista de Filosofía.

Maillard, Chantal. (2011). Bélgica, Editorial Pre-Textos, 2011.

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