Wu Wei o la no acción

Autora: Renata Serna Hosie, Directora de Metodologías de la Fundación Prolongar

 

Thoreau dijo
“Afectar la cualidad del día: esa es la mayor de las artes”

Cada cierto tiempo me aseguro de recordar el concepto de Wu Wei para recordarme a mí misma que puedo permitir que las cosas sean y se desplieguen en su propia forma. Al evocarlo me permito disminuir el esfuerzo en las acciones que realizo, desde las más pequeñas hasta las más grandes. Lo recuerdo en mi vida cotidiana y lo recuerdo en los talleres que realizamos en la Fundación Prolongar

El concepto de Wu Wei, que significa no hacer, representa uno de los principios más importantes en la filosofía taoísta. No hace referencia a un estado de inactividad o estancamiento y no implica prescindir de la voluntad ni de la actividad mental. Más bien al contrario: cultivar la no acción es un gran reto, ¿quizá una paradoja?, la del esfuerzo sin esfuerzo. Wu Wei significa actuar desde un lugar de quietud, detenerse para contemplar, estar presentes en la práctica de una manera que permita sentir sin analizar. 

Cuando lo recuerdo en mi práctica diaria, por lo general, inicio acallándome;
busco estar a gusto y cómoda y me aseguro de no estar esforzándome; por ejemplo, recorro los músculos que sostienen los hombros y conectan la cabeza, y si estoy tumbada en el suelo, hago un micro-movimiento del hombro hacia el cielo que finalice recostando toda la pared de mi escápula de nuevo en el suelo; reconfirmo que no haya tejido muscular suspendido ni haciendo un esfuerzo innecesario; también reconozco lo que está presente en mí, lo que se mueve y emerge sin ninguna intención; me observo por dentro, mi anatomía; me gusta imaginar que me vacío y suelto: ningún lugar al que llegar, pero sé, también, que algo más ocurrirá.
Quizá, el espacio de mi práctica me gusta tanto porque no tengo que aplicar ninguna fórmula.

Puede no resultar sencillo comprender la dicha y el sabor de la no acción, pues en nuestra cultura occidental le concedemos un gran valor a la acción y al progreso:

“La necesidad de ser productivos manteniendo un único enfoque sobre los objetivos implica que el hacer predomine sobre el ser, el anhelo sobre la voluntad, la complejidad sobre la sencillez, el artificio sobre lo natural, que el análisis sustituya a la reflexión y la intuición se vea condicionada por la intención que condiciona la acción” ( Manrique, M. E).

Mientras que, en la filosofía de Wu Wei, cuando el ser prevalece sobre el hacer, se experimenta el sosiego de la mente, se agudiza la capacidad de atención y esto abre la posibilidad de actuar desde la consciencia plena.

Precisamente es la atención uno de los procesos –psicológicos- más importantes en los talleres que realizamos en Prolongar. Agudizar y ampliar la capacidad de atención, de foco, significa aprender a percibir qué hago y cómo hago lo que hago. Solo así podemos extender el repertorio de opciones para elegir (elegir aquello que se acerca más a lo que realmente quiero o necesito). La atención nos permite ser observadores de nuestra experiencia y cuando aumentamos la conciencia del propio cuerpo, podemos estimular el cerebro y acceder a la capacidad de transformación y de ser creativos. Alejandro Convers, educador somático en Colombia, dice que “la atención es el cimiento de la presencia” .

Recordar el concepto de Wu Wei en el trabajo que hacemos en Prolongar nos prepara para una de las grandes búsquedas del proceso: la reconciliación con la propia historia de vida. Dejar de resistir, soltar tensiones acumuladas en los tejidos del cuerpo, abandonar el deseo de cambiar lo que fue o aprender a pensarnos desde múltiples y cambiantes identidades. 

El trabajo que realizamos en la fundación no le apunta a cambiar, en el corto plazo, algunas dificultades materiales que enfrentan las personas participantes. No les garantizamos una vivienda, un seguro de salud o una comida diaria. Pero entonces, como nos preguntaba Doralba en el proyecto pasado, “¿Y esto para qué sirve?”

 Acallar por dentro, ser conscientes del aire que entra y sale, notar la disposición y las tensiones en el cuerpo, reconocer cómo estamos en el momento sin querer cambiar, no pretende llevar a que veamos que las cosas van muy bien y que todo está perfecto, sino más bien a sostener el momento presente con todo lo que ya es. Honrar la propia historia de vida y el archivo de memoria que somos. El trabajo de auto-indagación y de observación que planteo desde mi experiencia del Wu Wei y que es casi siempre un trabajo de raíz y tiene la cualidad de lo invisible, no empuja el cambio, más bien permite que este emerja por sí mismo, en tiempos casi siempre insospechados. Ese es el esfuerzo sin esfuerzo: sucede cuando la acción se realiza por sí sola.

Desde el principio de Wu Wei no se fuerza nada, la ejecución de la acción se despliega más allá de toda técnica, de todo pensamiento. Quizá haya sentido alguna vez el cansancio particular que resulta de imaginar, anhelar, especular, que las cosas sucedan de una manera específica o diferente a lo que está siendo. Yo sí, y quizá en parte por eso es que cada cierto tiempo me aseguro de recordarme a mí misma que puedo eliminar el esfuerzo innecesario y utilizar con mayor eficiencia la energía que invierto. Permitir que las cosas sean y se desplieguen en su propia forma me abre espacio internamente y suaviza mi manera de estar.

 

Referencias:

Manrique Maria Eugenia. Arte, naturaleza y espiritualidad. Evocaciones taoístas. Editorial Kairós, 2017. 

Kabat-Zinn. Mindfulness en la vida cotidiana. Paidós. 2009.

Convers Alejandro. Principios de las Somática, 2019. 

El Kintsugi, su poder de transformación y algunos versos

Autora: María Paula Alzate Afanador, gestora cultural y coordinadora de proyectos Fundación Prolongar 

A los sobrevivientes de minas antipersonal

Son ellos quienes me han enseñado
que el cuerpo es un mapa,
y en su croquis, dignifican, sobreviven.

Son sobrevivientes de una tierra
que jamás quiso hacerles daño,
y por el azar en sus pasos,
emprendieron un viaje,
dieron vueltas por el aire,
para retornar así, incompletos.

En sus miradas hay perdón y esperanza
porque son hijos de las segundas oportunidades.
En algunos, el arrepentimiento los fortalece,
en otros, el honor reafirma su existencia,
y en aquellos, prima el verde, su simpleza, la clemencia,
y en sus ojos, la justicia.

Soy testigo del oro que hoy cubre sus cicatrices.
Esta vez, dan uno y con el otro, el siguiente paso, sin azar,
con esfuerzo para convivir,
disfrutar del mismo aire,
y reconciliarse bajo la inmensa certeza de que somos humanos.

 

En 2018, la Fundación Prolongar me invitó a ser parte de un sueño y sin duda, logró seducirme con uno de los retos profesionales que más satisfacciones me ha dejado en mi vida: coordinar entre marzo y noviembre del mismo año, el proyecto Fortalecimiento de la reconciliación y la convivencia a través de una muestra museográfica en torno a las minas antipersonal y los remanentes explosivos de guerra en Florencia, Caquetá, ganador de la II Convocatoria del Fondo Vivir la Paz, implementado por la Agencia de Cooperación Alemana GIZ. Me embarqué entonces en un viaje de ocho meses en el que me permití vivir múltiples transformaciones.

El Caquetá es el tercer departamento más afectado por minas antipersonal en Colombia (Centro Nacional de Memoria Histórica y Fundación Prolongar (2017), La guerra escondida. Minas antipersonal y remanentes explosivos en Colombia, CNMH, Bogotá) y, por tanto, las víctimas de este hecho, han generado relaciones basadas en el rencor, la desconfianza y el miedo. Este proyecto le apostó a  transformar por medio del arte, comportamientos y prejuicios hacia el otro y fortalecer lazos de convivencia y reconciliación en tres poblaciones consideradas opuestas en las lógicas de la guerra y que han sido víctimas de las minas antipersonal: integrantes de la Fuerza Pública, civiles y personas en proceso de reintegración

Kintusgi

Fotógrafo: Diego Zamora
Pieza rota y a punto de ser reparada
a través de la técnica japonesa del Kintsugi

El trabajo con las tres poblaciones durante los talleres fue un proceso conmovedor, en el que logramos consolidar una muestra museográfica itinerante llamada “Encuentros que Reconcilian” con más de 50 sobrevivientes de minas antipersonal y en el que fui testigo de su transformación. Los primeros viajes a Florencia fueron duros: duele enfrentarse a la realidad del país desde las diferentes perspectivas que ofrece el territorio y los grupos de los participantes, pero también produce satisfacción porque reitera con alegría que existen entidades en Colombia como la Fundación Prolongar, que le apuestan a la paz, desde el cuidado y el respeto hacia la diferencia. Pertenecer a una de ellas me motiva todos los días y me llena de orgullo. 

Llevar a un plano metafórico la reconciliación y la convivencia resulta retador: la metáfora significa no conformarse con cualquier expresión; ella cumple su misión cuando amplía el conocimiento, pues obliga a que una palabra vaya más allá de su significado y aporta un valor estético al sensibilizar a quien contempla una obra, lee un poema o escucha unas notas musicales.

Inspirados en la filosofía y metáfora japonesa del Kintsugi (“remiendo de oro” en español), los sobrevivientes demostraron que la reconciliación es un trabajo de todos que conlleva un paso a paso; un proceso en el que cada quien es dueño de su tiempo y de sus decisiones. A través del uso de esta metáfora reflexionaron alrededor de sus cicatrices tanto individuales como comunitarias e identificaron la importancia del pegamento dorado como un elemento bello que nos une y reconcilia a cada uno con nosotros mismos y con el otro. Al juntar las piezas rotas de los recipientes quebrados, no hubo distinciones, por el contrario, reconstruyeron lo que estaba fragmentado, dándole un nuevo valor, y al terminar, me incluyo, nos volvimos más humanos. Me di cuenta de cuán prejuiciosa había sido (todavía puedo llegar a serlo, pero cuando soy consciente de ello, intento ponerme en los zapatos del otro) y de la importancia de trabajar todos los días para acoger las transformaciones como oportunidades de vida. 

Es esencial entender que un proyecto integral requiere de un equipo dispuesto a transformarse: independientemente del cargo que ocupemos, nos hace grandes reconocer que si el propósito es transformar vidas, se debe comenzar por la propia y que el trabajo no se resume en llevar a cabo unas funciones y cumplir un rol, sino en darle un sentido a lo que hacemos desde nuestro quehacer y el de nuestros compañeros. Es un proceso y esta, una invitación a que nos permitamos ser tocados por los proyectos de los que hacemos parte.

Recuerdo que en una de nuestras primeras reuniones de equipo, alguien dijo que debíamos partir de la premisa de que todos estábamos rotos. A mí me llamó la atención que en un ambiente laboral nos atreviéramos a hablar de algo tan personal y pensé que rota no estaría yo. ¿Por qué? si tengo una vida tranquila, un pasado resuelto y un futuro prometedor. De verdad, ¿yo?, ¿rota?

Con el paso de los viajes a Florencia, el compartir miradas de arrepentimiento, perdón y esperanza, abrazos y sonrisas con los participantes (también nudos en la garganta e inmensas ganas de llorar), me di cuenta de que mi cuerpo también era un mapa lleno de imperfecciones; no tenía un pasado resuelto, sino más bien heridas, algunas superficiales y otras muy hondas, y que reconocerlas como tal me hacía más libre. Me di cuenta entonces de que el futuro no es prometedor, simplemente es una asociación necesaria al tiempo para tener control sobre él, y que en el presente tenía mucho por conciliar conmigo misma, cicatrices que podría cubrir con oro si yo quería. Le agradezco enormemente a este proyecto por haberme dado alas para hacer un alto en el camino, respirar e intentar hacer cualquier acción con un sentido. 

Han pasado dos años y muchas de las herramientas que me permití vivir en estos talleres me han servido para resolver situaciones que se me han presentado desde entonces, como la pérdida de un ser querido, las discusiones en pareja, la relación con los compañeros de trabajo y, sobre todo, la vida conmigo misma. En ese camino he descubierto que sí es posible sanar, que las transformaciones se potencializan cuando alrededor de ellas hay cargas simbólicas que las fortalecen, que la metáfora que evoca el Kintsugi puede abordarse desde diferentes escenarios del arte, como la poesía, la música, la pintura y hasta la culinaria y que no está allá lejos en el Japón como una práctica milenaria.

CALEIDOSCOPIO: el blog sobre la creatividad estratégica para el cambio social

Autora: María Elisa Pinto García – Directora Ejecutiva Fundación Prolongar

Comenzamos el 2020 lanzando el blog Caleidoscopio, un espacio de reflexión sobre nuestro trabajo a través de lenguajes artísticos y de comunicación para lograr transformaciones sostenibles e integrales a nivel individual, interpersonal y grupal. El Caleidoscopio se alimentará de historias de transformación que fortalecen día a día nuestra vocación de servicio y entrega; de aprendizajes, retos, dilemas y satisfacciones que germinan en nuestro trabajo; y de reflexiones que suscita la coyuntura nacional e internacional en donde buscamos aportar y compartir. 

Quisimos comenzar este proceso de reflexión haciendo un balance de 2019, un año de logros alcanzados, cambios importantes dentro de nuestra organización y grandes alianzas. Durante el 2019, en el marco del proyecto Arte para Reconstruir financiado por USAID, y otras iniciativas desarrolladas en alianza con Tell, el Ministerio de Educación Nacional y la Alta Consejería para las Víctimas de Bogotá, logramos llegar a 736 personas, incluyendo 120 niños, niñas y adolescentes, 31 víctimas adultas del conflicto armado, 23 veteranos retirados de la Fuerza Pública y 6 personas en proceso de reintegración, y 556 visitantes de la exposición “Encuentros Improbables”. Trabajamos en diferentes ciudades del país como Bogotá, Medellín, Popayán, Quibdó, Santa Marta y Tuluá.

Por otro lado, lanzamos nuestra nueva página web en inglés y español, así como la línea Amalgama que recoge la técnica y metáfora del Kintsugi y la trae a la cultura colombiana para promover la transformación y reparar las fracturas en diversas poblaciones y contextos. En lugar de tratar de ocultar los defectos y las grietas, o quedarnos anclados en lo que no funciona o hace falta, concebimos que la fractura tiene una perspectiva de oportunidad y aprendizaje. Como una amalgama, buscamos la conexión de elementos que en un principio pueden ser de naturaleza contraria o distinta. 

En el marco de la línea Amalgama para Equipos de Trabajo tuvimos la oportunidad de trabajar con los equipos de IDARTES, Museo Casa de la Memoria de Medellín, COMFAMA, Parque Jaime Duque y líderes de algunas organizaciones del Caribe, en alianza con Azaí Consultores. En la línea Amalgama para la Vida, en donde adelantamos talleres abiertos al público para el desarrollo personal, estuvimos participando en los seminarios “Cultura & Arte Para la Transformación Social” en Bogotá y “Por un País Reconciliado” en Medellín, además de llevar a cabo un taller de Kintsugi con nuestro aliado Casa Let. En este sentido, la línea Amalgama ha buscado aportar desde diferentes aristas, sectores y poblaciones a la construcción de paz y la transformación.

“Uno de los objetivos centrales de la Fundación es crear puentes entre el arte y la política pública, así como participar en las discusiones centrales que está teniendo Colombia en el posacuerdo”

Fotógrafo: Federico Mejía

Por otro lado, uno de los objetivos centrales de la Fundación es crear puentes entre el arte y la política pública, así como participar en las discusiones centrales que está teniendo Colombia en el posacuerdo. Por ello, nos vinculamos desde el 2018 a la Mesa Técnica de Discapacidad de la Comisión de la Verdad, en donde buscamos aportar a la construcción del informe final desde nuestro trabajo con víctimas de minas antipersonal y el arte como vehículo de resistencia, verdad y memoria. Adicionalmente, a través del artículo “21N: Lecturas Imprescindibles” sugerimos algunos autores que pueden dar luces en el marco del paro nacional que vive el país desde noviembre pasado. 

Quisiera terminar nombrando dos escenarios internacionales en los que participamos, y con los cuales logramos ampliar nuestro horizonte de trabajo en el futuro. El primero de ellos fue un intercambio de experiencias que tuvo lugar en Irlanda del Norte, región que vivió un conflicto armado de casi 30 años que finalizó con la firma del “Acuerdo de Viernes Santo” en 1998. El intercambio reunió iniciativas de tres ciudades resilientes (Medellín, Cali y Belfast) y nos permitió entender desde la experiencia de Irlanda del Norte la  enorme relevancia que tienen los procesos de acompañamiento psicosocial y la transformación de la violencia cultural después de la firma de un acuerdo de paz. 20 años después, la región presenta uno de los índices de suicidio más altos de Europa y otros problemas graves de salud mental. Fortalecimos así nuestra convicción de seguir trabajando en esta área no solo en Colombia, sino en otras partes del mundo. 

“Una práctica y metáfora milenaria se ha adaptado al contexto colombiano para conectar y reconciliar una sociedad tan fragmentada como la nuestra”

El segundo espacio fue el “Bote de la Paz” (Peace Boat en inglés), una de las ONG más importantes de Japón cuyo equipo nos invitó a dar dos conferencias en el trayecto Jamaica – Colombia sobre el conflicto armado, el proceso de paz colombiano y las contribuciones de nuestra Fundación durante estos años. También adelantamos un taller de Kintsugi que tuvo gran éxito y que por primera vez nos permitió mostrarle a los japoneses cómo una práctica y metáfora milenaria se ha adaptado al contexto colombiano para conectar y reconciliar una sociedad tan fragmentada como la nuestra. 

Esperamos que este caleidoscopio se nutra no solo de nuestros artículos y reflexiones, sino también de sus comentarios, sugerencias y aportes. Su lectura y retroalimentación serán muy valiosos para nuestro equipo pero especialmente, para aquellas personas que protagonizan nuestro quehacer.    

 

SEMANA SOSTENIBLE

En su edición número 13 (marzo 2016), la revista Semana Sostenible publicó una lista con las 100 fundaciones que dan ejemplo en Colombia, entre las que destacó el trabajo de la Fundación Prolongar.

“Además de la reconstrucción histórica del conflicto, Prolongar trabaja por la rehabilitación de los actores de la guerra a través de herramientas artísticas y acompaña a las víctimas en sus procesos de rehabilitación. Con ello pretende aportar en la superación de uno de los grandes retos que afronta Colombia en la actualidad: hacer la paz y encontrar el camino de la reconciliación entre todos los ciudadanos”.